Publicamos la primera parte de esta historian hace más de un mes. Comúnmente, las segundas y terceras partes llegan a los pocos días. En esta ocasión, no sucedió lo acostumbrado-
Pedimos disculpas a los visitantes del Blog...
Y visto que ha pasado tanto tiempo, hemos decidido volver a publicar la Primera Parte hoy, y la segunda en los próximas días.
Gracias por visitarnos...
DE PESTES, MOSCAS Y SOMBRAS - PARTE 1
Una mañana más. Tranquila. Había una niebla espesa. El frío pasaba por la ventana como si ésta no existiera, esa mañana era mucho más fría que de costumbre, era el día más frío del año, y ya era el momento oportuno para ponerse de pie y comenzar a moverse.
Miró el cielo, todavía no había terminado de salir el sol, pero ya escuchaba cantar a los pájaros que en la mayoría de las días, cuando regresaba de sus recorridas nocturnas hacían las veces de reloj despertador, eran como el solía llamarlos –sus relojes cucú-.
Claro que si no eran ellos, era Roberto el que se encargaba de despertarlo. Un taxista de 48 años que siempre pasaba a saludar cada vez que le tocaba hacer su turno nocturno. Tarea difícil la de ser taxista, siempre pensó eso, estar toda una noche manejando llevando gente de acá para allá, claro que si es que hay alguien, la mayor parte de la noche sería dar vueltas en la soledad de la durmiente ciudad.
El siempre prefería otras opciones. Era lo que Roberto llamaba "Un soñador".
Éste no era el único personaje con el que conversaba por las mañanas. También estaba Pestes, mi perro, se imaginan sin ninguna duda del porque del nombre. Pero así huesudo, de caminar chueco, con medio cuerpo pelado y alrededor de unas diez moscas que lo seguían a donde fuera –no se sorprendan por que sé el número de moscas, es que realmente todas las veces que las conté eran diez, ni una más ni una menos.
Estas moscas serían para Pestes lo mismo que él para mí, una compañía incondicional que llevo conmigo a todas partes. Yo a donde voy llevo a Pestes conmigo y el a su vez trae moscas.
Maravillado por la mañana que empezaba, siempre era así, nunca dejaba de maravillarse por la magnitud del mundo, de la naturaleza, y de la antinaturaleza de la ciudad. Vivía en un departamento pequeño en un edificio abandonado, rodeado por cartones y basura.
Esa mañana comencé a contar las moscas nuevamente, tenían que ser diez, como siempre, como cada vez que las conté. Pero esta vez, sabrá solo Dios por qué, no eran diez pequeñas e inofensivas moscas las que merodeaban alrededor de Pestes, esta vez, y por primera vez desde que tengo a ese perro a mi lado, eran nueve moscas.
Las cuentas no podían fallar, se había perdido una mosca. Y yo no podía contar más de diez veces. Ya estaba todo dicho. Obviamente de haber muerto debería estar por algún lado ese pequeño cuerpecito, algo le debía haber pasado. Miré, busque por todos lados sin tener un poco de suerte suficiente como para poder hallar el cadáver o lo que hubiera quedado de la pobre mosca.
Sé que es muy sorprendente que alguien se sienta dolido por esta situación. Al fin y al cabo solo se trata de una mosca. Pero eran diez, ahora son nueve, quizás mañana sean 8 y así siga una cadena que se lleve a mi perro Pestes. ¡OH no!.. Qué sería de mí sin él. No imagino mi vida sin ese perro.
De todas maneras, debo aclarar que el perro ni se mosqueó cuando despertó y había perdido una de sus diez acompañantes. Fui solo yo el que entró en pánico, y aún me cuesta entender el porque de semejante actitud. Nunca jamás me había sentido de esa manera y juraba no querer volver a pasar por ello nunca más en mi vida.
Pero debía comenzar mi recorrido, la mañana recién comenzaba y debía partir para seguir con mi rutina diaria. Le chiflé a Pestes que se encontraba mirando algo extrañamente la ventana, y éste vino al rato corriendo moviendo su cola huesuda y pelada. Le di una palmada en la espalda y partimos el perro, las moscas y yo.
Al momento de partir, nuevamente miró al perro y descubrió que todos sus miedos eran fundados, el perro efectivamente contaba con una mosca menos. A este paso de los acontecimientos no pudo menos que mirar a su alrededor, persuadido por la ignorancia de no saber que es lo que ocurría, o mejor dicho, de la incertidumbre que esta situación le estaba proponiendo. De a poco estaba perdiendo algo que le era suyo. Lo más alarmante estaba por venir.
Cuando llegué a la esquina, el perro ya estaba ahí. Mirando la pared. Atónito. Si, esa era la palabra, ahora me pregunto -al igual que ustedes seguramente- ¿Cómo puede ajustarse tal calificativo a un perro mirando una pared?
Pero la mirada de Pestes, mi fiel compañero de aventuras, era casi humana, en lo atónito claro está. Miraba la pared, maravillado con lo que veía. Y ahí sucedió lo que menos esperaba y más me asombró. El perro asintió con la cabeza y me miro a mi como instándome a observar la pared, obviamente no le hice caso a esto último, era mucho más difícil entender como era que el perro le hiciera un “si” con la cabeza a una pared, como si allí se encontrara una persona moviendo comida hacia arriba y hacia abajo dirigiendo la atención de Pestes, pero no había nadie en la pared, no había nada, excepto… una sombra.
La sombra correspondiente a la figura de una persona. Una persona delgada, de no más de 1 metro 80. Con un sombrero, parecía que estaba de traje y además sostenía un bastón.
Miró hacia su lado y encontró en su mirada un miedo que no podía ser mayormente expresado. Sus músculos estaban duros. Cada parte de su cuerpo estaba por entrar en shock. Pero, por suerte para él, ese día se había despertada más valiente que nunca e iba a enfrentar el encuentro con la sombra.
Su mirada fue cambiando, los músculos empezaron a distenderse y finalmente se animó a hablar. La sombra dijo:
- "No temas, aunque creo que en esta advertencia llegué algo tarde. Por suerte para ti estas muy bien acompañado de tu amigo Pestes. Es un perro de calidad por lo que veo. Seguramente por la expresión de tu rostro aún continúas enmudecido del miedo y no logras comprender mi sarcasmo y por supuesto, menos puedo esperar que se te ocurra algo para contestarme. Lo cierto es que vine hoy será el ultimo día que lo veas".
- "¿Cómo que se será la última vez que lo vea?"- preguntó lleno de miedo y dudas – "¿Cómo es que te lo vas a llevar? Es mío, y vos, no se que o quien sos… Pero no te vas a llevar a mi perro es mi fiel compañía, es mi gran guardián para cada uno de mis tormentosos días, mi compañero en los momentos felices, es mi perro… y vos… sombra… o lo que seas no me lo vas a quitar".
Y dejando más preguntas que respuestas, la sombra miró hacia el cielo y voló. Dejando un último aviso:
- "No hemos terminado aún, el día recién comienza y al final tendrás las respuestas a tus preguntas, por ahora solo confórmate con saber que al final del día ya no veras a pestes Pestes, y que al final del día nos volveremos a encontrar".
La mirada con la que quedé fue de perplejidad, seguramente si alguien hubiera observado mi rostro en ese momento habrìa tenido la sensación de que yo había visto un fantasma o algo parecido… El hecho es que fue así, vi algo que no podía explicar y que me dejaba lleno de dudas para seguir, y lo que más me asustaba era que me avisaba que se estaba llevando a mi mejor compañero, a mi amigo, a mi perro.
Entonces mis miedos comenzaban a dudar. Aún no sabía si se trataba de miedo a la sombra o a que se llevaba al perro o que sería de mí durante todo el día sabiendo la pérdida que me esperaba por la noche... Entonces, comencé a caminar lentamente, respiré profundo y ya no mire de reojo la pared en la que se me había presentado el augurio más inoportuno en mi vida, decidí caminar hacia el frente y seguir con mi día, ya la noche llegaría y las cosas se resolverían, claro que en mi todavía pesaba una angustia por los sucedido, pero aún podía seguir, y de alguna manera podía percibir que el final no era malo, no había por que temer…
Leandro Will
Continuará…
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