domingo, 14 de octubre de 2007

15-10-07: Apoyo a Blog Action Day

Ingresa a http://www.youtube.com/watch?v=WfO8mGjXoe8 y mira el vídeo de BLOG ACTION DAY sobre el "Medio Ambiente".

Apoya la iniciativa a través de tu Blog este 15 de octubre. Informate en http://blogactionday.org/es.

También están con esta cruzada los Blogs de "Ferrante Kramer, el "Peruano Dorado", y el de la "Fundación Ferrante Kramer".

Gracias.

De pestes, moscas y sombras - Última Parte

Así fue que de súbito se levanto de la vereda donde yacía sentado y pensativo. Una vez incorporado comenzó a andar por la calle mirando el cielo gris, mirando los rostros de la gente que ni siquiera se percataba de su presencia. Pestes caminaba alegre delante de él oliendo cuanta cosa encontraba.

Unas calles adelante se peleó con un perro que andaba por ahí husmeando por donde no debía, salió victorioso por supuesto, con aires de ganador llevo a su boca el hueso que obtuvo por su gran labor boxística. Durante el mediodía y la tarde siguieron así, tranquilos y sin mayores sobresaltos.

Cada uno en sus menesteres. Observando como el mundo podía marchitarse o encontrarse en el mayor esplendor, solo con un simple accionar de sus propias vidas.

Pero aún las preguntas que estaban por resolverse se hallaban en su cabeza. Giraban al igual que las moscas de Pestes alrededor de él. Miraba de reojo al perro esperando que algo sucediese, algo sombrío por supuesto. Pero nada pasaba, nada de lo que podía esperarse, inclusive había salido el sol, en un día que no podía esperarse que saliera el sol. De todas maneras esto reconfortó a los caminantes, ya que el hecho de que saliera el sol solo podía significar una cosa: menos frío. De una manera u otra la preocupación igual persistió dado que también el hecho de que hubiera más sol significaba más sombras

En el momento que menos me lo esperaba, Pestes desaparece. Lo último que había sentido de él fue que se había escurrido a través de mis piernas para luego desaparecer de mi vista. Yo me había detenido a observar como una muchacha de hermosas piernas cruzaba la calle y luego descubría que además tenía muy lindos ojos; fue en ese momento que busque la mirada cómplice de mi fiel compañero, pero no lo encontré.

La duda y la desesperación atacaron mi alma repentinamente como un baldazo de agua fría. Miré en todas direcciones sin poder encontrarlo, y para colmo la cantidad de gente que había salido a la calle había aumentado significativamente una vez que salió el sol. Me encontraba demasiado nervioso para continuar la búsqueda, casi sentía que podía desmayarme. Lo cierto es que no había comido aún y esto empeoraba mi visión, la cual se perdía en el tumulto de gente. Buscaba por todos lados, miraba hacia todas direcciones y no podía encontrarlo. Pestes solía desaparecer, pero esta vez no era lo mismo, yo sabía que podía ser que no lo vea más.

Caminaba con cara de desesperación, moviéndose con rapidez, mirando todos los rostros, con su boca abierta tratando de sacar algo más del húmedo aire que podía hallar, giraba para un lado y para el otro, hasta finalmente decidió quedarse quieto donde estaba. Se sentó. Media lengua afuera y un respirar rápido y agitado. Hasta que finalmente, comenzó a mover la cola rápidamente, estaba tan contento que salió al encuentro feliz con su dueño que también corrió hacia él. Fue un momento de felicidad para ambos, pero más para su dueño, quien tenía en consideración los hechos ocurridos ese mismo día más temprano. La cara de felicidad de ambos podía ser vista desde cualquier rincón de la ciudad.

Pestes movía su huesuda cola para un lado y el otro. Su dueño, miraba de reojo con felicidad parado de costado a ese perro, hasta que una alegría le inundo el alma repentinamente y finalmente se decidió a abrazarlo, sin importarle las consecuencias de dicho abrazo.

De que me reía en ese momento, ni yo mismo podía explicarlo. De que estaba feliz, tampoco. Pero sabía de alguna manera que algo de lo que había pasado esa mañana no tenía explicación, sabía que no se trataba de hechos comunes. Pero aún seguían ocurriendo situaciones inesperadas e impensadas.


Ahora mirando nuevamente a Pestes, este había perdido la totalidad de sus moscas. Esto me preocupo mucho. ¿Qué significaba este simple hecho? ¿Qué sería de Pestes sin sus moscas? ¿Qué sería de mí sin mi Pestes? Seguramente sería un vagabundo errante que andaría buscándolo por aquí y por allá, tal cual seguramente Pestes estaría buscando a sus moscas cuando lo había perdido, pero de todas maneras, lo que me sorprende es que haya detenido su búsqueda. Yo en su lugar no hubiera dejado de buscar.

Pero la respuesta ante este pequeño dilema me sale al paso rotundamente, el perro es mi fiel compañero, y podrá vivir sin sus moscas, pero no podrá vivir sin mí. ¿Quién lo alimentaría sino? ¿Quién se encargaría de jugar con él? ¿Quién le contaría las moscas…? Pero ya no más, Pestes estaba liberado de las moscas y ahora me tocaba el turno a mi -según me lo había develado la sombra- de liberarme de Pestes.

Encontraba ese sentimiento como algo perturbador en su interior, algo que lo hacía regocijarse y al mismo tiempo le empeñaba una dura sanción de tristeza. No encontraba explicación a ello, no hacía falta, cada minuto era muy importante, ya no había demasiado tiempo para pensar. El final de la tarde comenzaba a llegar y las sombras eran cada vez más largas, la noche se acercaba y el frío volvía de a poco a tocar suavemente los huesos.

Continuó caminando por la ciudad con su carro y su perro correteando alrededor de él. El corazón latía distinto, se sentía más de lo que lo sentía de costumbre. Lo único que podía pensar es que se trataba simplemente de un juego de su cabeza, otra artimaña que lo preocupaba y lo sacaba fuera de sus pensamientos por un rato. Con rudeza lograba conseguir sobreponerse y seguir adelante con sus pensamientos y preocupaciones. Ahora caminaba por un barrio, miraba las casas, todo le parecía muy familiar.

Cada centímetro de la calle era mío. Siempre lo sentí así. Iba por la calle sabiendo a donde mis pies iban aún sin mirar el suelo, aún sin tener un destino. Sabía donde estaba parado, sabía hacia donde ir. Pero todo era una simple mentira que jugaba en mi cabeza para sentirme dueño aunque sea de algo, aunque sea del dulce sentimiento de que esa sucia calle me pertenecía. Esa calle, ese barrio, eran míos. Hacía mucho que no lo visitaba. Tenía esa sensación. Tenía la sensación de estar volviendo a un lugar que realmente me pertenecía. Conocía los pozos de la calle. Conocía los frentes de las casas. Y este simple sentimiento comenzaba a atormentarme, aún mucho más que el mensaje de la sombra aquella mañana, aún más que la desaparición de las moscas de Pestes

Caminé esa larga calle y al llegar a la esquina miré hacia el interior de una de las casas, podía ver que había gente en ella, aún no habían cerrado las ventanas, pero el sol ya se estaba escondiendo y la luz del interior debelaba lo que ocurría dentro. Me quede parado, mirando. Al rato alguien se asomo, un niño que al verme huyó asustado, como buscando a alguien a quien contarle que había visto a algo tenebroso.

Al poco tiempo, apareció una silueta de una mujer, una sombra que al ir acercándose a la ventana comenzaba a hacerse más clara. Me miró a los ojos. Se tapo la mano con la boca y comenzando a llorar corrió la cortina y cerro la ventana no dejando que se pudiera seguir mirando en el interior. Esto lógicamente me tomó por sorpresa. Me llenó de angustia. No pude más que seguir caminando lentamente. Alejándome de aquella esquina que me traía recuerdos desde algún lugar de mi interior, que me hacían sentir nostalgia de algo que no podían ser más que preguntas.

Guiado por su humilde amigo, lo siguió calle abajo, y luego calle arriba. Inmutado por el ruido de los pájaros que ahora iban despidiendo el día. Su abatimiento era cada vez mayor. Pero su alma estaba aún mejor. Sentía que se hacía más liviano, que todos los sucesos de aquella tarde tenían un porqué, y lo que se avecinaba con las ultimas gotas de luz de aquella tarde no era nada más, ni nada menos que algo tan inevitable como apacible. Y así, con los últimos rayos del sol, aparecieron más y más sombras, todo empezaba a ser sombra.

Y el día, en un último intento por sobrevivir, abrió el cielo y el sol se agigantó de una manera inexplicable. Hacia allí fue él, sediento de luz y de paz. Comenzó a ver de repente todo con mucha claridad, sentía que el cuerpo le iba pesando menos, que sus pies se alejaban del suelo y veía que se alejaba de Pestes, que lo miraba con los mismos ojos de alegría de siempre. Ahora ya todo lo que la sombra le había dicho tenía sentido, no se iba Pestes, se iba él.

Recordó entonces quién era esa mujer, a quién pertenecía esa casa y a quién pertenecía esa profesión. Se sabía como un hombre de leyes, y ahora vivía en la calle. Recordó a quien pertenecía esa sombra. Recordó a quien pertenecía esa peste, a quien pertenecía ese resultado. Cayó en la cuenta de que todo había terminado, porque alguna vez todo había comenzado. Un día partió y hoy pudo volver, para dar con su mirada, un último adiós a aquellos que lo amaban.

Adiós Pestes

Leandro Will



Visitá http://ferrantekramer.blogspot.com/ y seguí disfrutando de la lectura....

sábado, 6 de octubre de 2007

De pestes, moscas y sombras - Primera Parte

Publicamos la primera parte de esta historian hace más de un mes. Comúnmente, las segundas y terceras partes llegan a los pocos días. En esta ocasión, no sucedió lo acostumbrado-

Pedimos disculpas a los visitantes del Blog...

Y visto que ha pasado tanto tiempo, hemos decidido volver a publicar la Primera Parte hoy, y la segunda en los próximas días.

Gracias por visitarnos...


DE PESTES, MOSCAS Y SOMBRAS - PARTE 1

Una mañana más. Tranquila. Había una niebla espesa. El frío pasaba por la ventana como si ésta no existiera, esa mañana era mucho más fría que de costumbre, era el día más frío del año, y ya era el momento oportuno para ponerse de pie y comenzar a moverse.

Miró el cielo, todavía no había terminado de salir el sol, pero ya escuchaba cantar a los pájaros que en la mayoría de las días, cuando regresaba de sus recorridas nocturnas hacían las veces de reloj despertador, eran como el solía llamarlos –sus relojes cucú-.

Claro que si no eran ellos, era Roberto el que se encargaba de despertarlo. Un taxista de 48 años que siempre pasaba a saludar cada vez que le tocaba hacer su turno nocturno. Tarea difícil la de ser taxista, siempre pensó eso, estar toda una noche manejando llevando gente de acá para allá, claro que si es que hay alguien, la mayor parte de la noche sería dar vueltas en la soledad de la durmiente ciudad.

El siempre prefería otras opciones. Era lo que Roberto llamaba "Un soñador".

Éste no era el único personaje con el que conversaba por las mañanas. También estaba Pestes, mi perro, se imaginan sin ninguna duda del porque del nombre. Pero así huesudo, de caminar chueco, con medio cuerpo pelado y alrededor de unas diez moscas que lo seguían a donde fuera –no se sorprendan por que sé el número de moscas, es que realmente todas las veces que las conté eran diez, ni una más ni una menos.

Estas moscas serían para Pestes lo mismo que él para mí, una compañía incondicional que llevo conmigo a todas partes. Yo a donde voy llevo a Pestes conmigo y el a su vez trae moscas.

Maravillado por la mañana que empezaba, siempre era así, nunca dejaba de maravillarse por la magnitud del mundo, de la naturaleza, y de la antinaturaleza de la ciudad. Vivía en un departamento pequeño en un edificio abandonado, rodeado por cartones y basura.

Esa mañana comencé a contar las moscas nuevamente, tenían que ser diez, como siempre, como cada vez que las conté. Pero esta vez, sabrá solo Dios por qué, no eran diez pequeñas e inofensivas moscas las que merodeaban alrededor de Pestes, esta vez, y por primera vez desde que tengo a ese perro a mi lado, eran nueve moscas.

Las cuentas no podían fallar, se había perdido una mosca. Y yo no podía contar más de diez veces. Ya estaba todo dicho. Obviamente de haber muerto debería estar por algún lado ese pequeño cuerpecito, algo le debía haber pasado. Miré, busque por todos lados sin tener un poco de suerte suficiente como para poder hallar el cadáver o lo que hubiera quedado de la pobre mosca.

Sé que es muy sorprendente que alguien se sienta dolido por esta situación. Al fin y al cabo solo se trata de una mosca. Pero eran diez, ahora son nueve, quizás mañana sean 8 y así siga una cadena que se lleve a mi perro Pestes. ¡OH no!.. Qué sería de mí sin él. No imagino mi vida sin ese perro.

De todas maneras, debo aclarar que el perro ni se mosqueó cuando despertó y había perdido una de sus diez acompañantes. Fui solo yo el que entró en pánico, y aún me cuesta entender el porque de semejante actitud. Nunca jamás me había sentido de esa manera y juraba no querer volver a pasar por ello nunca más en mi vida.

Pero debía comenzar mi recorrido, la mañana recién comenzaba y debía partir para seguir con mi rutina diaria. Le chiflé a Pestes que se encontraba mirando algo extrañamente la ventana, y éste vino al rato corriendo moviendo su cola huesuda y pelada. Le di una palmada en la espalda y partimos el perro, las moscas y yo.

Al momento de partir, nuevamente miró al perro y descubrió que todos sus miedos eran fundados, el perro efectivamente contaba con una mosca menos. A este paso de los acontecimientos no pudo menos que mirar a su alrededor, persuadido por la ignorancia de no saber que es lo que ocurría, o mejor dicho, de la incertidumbre que esta situación le estaba proponiendo. De a poco estaba perdiendo algo que le era suyo. Lo más alarmante estaba por venir.

Cuando llegué a la esquina, el perro ya estaba ahí. Mirando la pared. Atónito. Si, esa era la palabra, ahora me pregunto -al igual que ustedes seguramente- ¿Cómo puede ajustarse tal calificativo a un perro mirando una pared?

Pero la mirada de Pestes, mi fiel compañero de aventuras, era casi humana, en lo atónito claro está. Miraba la pared, maravillado con lo que veía. Y ahí sucedió lo que menos esperaba y más me asombró. El perro asintió con la cabeza y me miro a mi como instándome a observar la pared, obviamente no le hice caso a esto último, era mucho más difícil entender como era que el perro le hiciera un “si” con la cabeza a una pared, como si allí se encontrara una persona moviendo comida hacia arriba y hacia abajo dirigiendo la atención de Pestes, pero no había nadie en la pared, no había nada, excepto… una sombra.

La sombra correspondiente a la figura de una persona. Una persona delgada, de no más de 1 metro 80. Con un sombrero, parecía que estaba de traje y además sostenía un bastón.

Miró hacia su lado y encontró en su mirada un miedo que no podía ser mayormente expresado. Sus músculos estaban duros. Cada parte de su cuerpo estaba por entrar en shock. Pero, por suerte para él, ese día se había despertada más valiente que nunca e iba a enfrentar el encuentro con la sombra.

Su mirada fue cambiando, los músculos empezaron a distenderse y finalmente se animó a hablar. La sombra dijo:

- "No temas, aunque creo que en esta advertencia llegué algo tarde. Por suerte para ti estas muy bien acompañado de tu amigo Pestes. Es un perro de calidad por lo que veo. Seguramente por la expresión de tu rostro aún continúas enmudecido del miedo y no logras comprender mi sarcasmo y por supuesto, menos puedo esperar que se te ocurra algo para contestarme. Lo cierto es que vine hoy será el ultimo día que lo veas".

- "¿Cómo que se será la última vez que lo vea?"- preguntó lleno de miedo y dudas – "¿Cómo es que te lo vas a llevar? Es mío, y vos, no se que o quien sos… Pero no te vas a llevar a mi perro es mi fiel compañía, es mi gran guardián para cada uno de mis tormentosos días, mi compañero en los momentos felices, es mi perro… y vos… sombra… o lo que seas no me lo vas a quitar".

Y dejando más preguntas que respuestas, la sombra miró hacia el cielo y voló. Dejando un último aviso:

- "No hemos terminado aún, el día recién comienza y al final tendrás las respuestas a tus preguntas, por ahora solo confórmate con saber que al final del día ya no veras a pestes Pestes, y que al final del día nos volveremos a encontrar".

La mirada con la que quedé fue de perplejidad, seguramente si alguien hubiera observado mi rostro en ese momento habrìa tenido la sensación de que yo había visto un fantasma o algo parecido… El hecho es que fue así, vi algo que no podía explicar y que me dejaba lleno de dudas para seguir, y lo que más me asustaba era que me avisaba que se estaba llevando a mi mejor compañero, a mi amigo, a mi perro.

Entonces mis miedos comenzaban a dudar. Aún no sabía si se trataba de miedo a la sombra o a que se llevaba al perro o que sería de mí durante todo el día sabiendo la pérdida que me esperaba por la noche... Entonces, comencé a caminar lentamente, respiré profundo y ya no mire de reojo la pared en la que se me había presentado el augurio más inoportuno en mi vida, decidí caminar hacia el frente y seguir con mi día, ya la noche llegaría y las cosas se resolverían, claro que en mi todavía pesaba una angustia por los sucedido, pero aún podía seguir, y de alguna manera podía percibir que el final no era malo, no había por que temer…

Leandro Will

Continuará…