domingo, 28 de diciembre de 2008

Andares

Desde lo alto de la loma, el pueblo parece adormecido.
Desciendo y lo bordeo.
Existen infinidad de entradas.
Elijo una y la traspaso naturalmente, como si fuera de la casa.
Un perro se incorpora, ocupa el rol de anfitrión. Solitario deambula. Me ha visto.
Se dirige hacia, mí describiendo círculos concéntricos cada vez más pequeños, hasta ubicarse a una distancia prudencial.

Su mirada es profunda y persistente. Se vuelve a echar.
Atemporal es la palabra que viste al entorno.
Envolvente, otra que le da cuerpo a mi sentir. Mi estado esta acorde. A tono con el lugar. Me hospeda.
La única melodía presente es la ejecutada por el viento.
Algo me impulsa y comienzo a recorrerlo.
Las calles están dispuestas en forma circular. La mayoría se solapa y las casas siguen el mismo patrón. Conforman una extraña geografía y un andar paradójico.
Pirata, así se llamaba el perro de Ana, compartía el mismo calvario que mi eventual compañero. Ambos carentes del ojo izquierdo.
Detengo mi marcha sin saber por qué.
El viento calma y escucho el crepitar de las hojas.
Ahora yace sentado a mis espaldas.
Se parece bastante al de Ana...
Retomo el camino. Me sigue .lo sigo. Mis dudas también.
Por algún extraño motivo me dejo guiar.
Parece un juego que alguien dispuso para mí.
Una señal ó simplemente un espejismo creado para preservarme y no terminar alienado.
Hubo un tiempo….
Es tarde…, perdí mis referencias y estoy a la deriva.
No es algo pasajero ó coyuntural. Es definitivo.
Ana y Pirata, habían vuelto a ocupar mis pensamientos de un modo fragmentario. “La memoria guardará lo necesario, ella sabe de mi mas que yo y no desecha lo que merece ser salvado “, decía Eduardo. Celebro su rescate en silencio. Me lo había ganado. No tenía cuentas pendientes.
Pirata se adelantó - me marca el camino. Su andar es tortuoso, pero avanza, siempre avanza.
Lo enigmático de las paradojas descansa en su incertidumbre. Sus pliegues. Cuando los extremos se tocan.
Estoy en paz.
Pirata se sienta a mi lado, lo acaricio.
Ya no hay camino.
Solo este inesperado, inexorable, sembradío de cruces.

Raúl Menéndez