viernes, 25 de mayo de 2007

La despedida

Esteban no supo sino hasta aquel momento cuánto la quería!. Pero ya era demasiado tarde, había partido.

“¿Por qué fui tan estúpido??” –se cuestionaba-, como buscando en el martirio personal un castigo mayor a su reciente pérdida.

“Habría bastado dejarla hablar, escucharla. Y no la dejé!.. “

No, Esteban no dejó que Clara le dijera nada... Si algo caracterizaba su personalidad –y él lo sabía-, era ese mal hábito de tener siempre la última palabra, casi una enfermedad.

Clara se había ido, para no volver... Y aunque ella no lo había dicho exactamente con esas palabras, él era consciente de ello. No era tonto... Las despedidas definitivas le eran muy familiares, sabían y olían diferentes. No era la primera vez que se le escapaba alguien de esa manera.

Esteban gritaba como un loco su nombre. Quizás, creyendo que sería escuchado a la distancia y que ella vendría en su auxilio... Pero era imposible, hacía varias horas que se había marchado... Ya estaría bien lejos, seguramente.

No lo aceptaba ...

Esteban era un hombre muy terco, de esos que no se rinden fácilmente. Recuperarla no le estaba reservado únicamente al campo de los milagros. Él sentía que podía revertir su triste realidad, aunque no sabía bien cómo..

En un últimno intento desesperado tomó el teléfono ... ¿Una última llamada? -imaginó-... ¿Pero a quién?... ¿De qué iba a servirle?... Nada iba a poder cambiar el destino. A lo sumo, confirmaría la triste verdad que tenía ante sus ojos... Estaba solo una vez más.

“¿Por qué no la detuve?” –volvía a recriminarse entre lágrimas-... Esteban transitaba de la esperanza a la depresión, como condenado a obedecer la voluntad de un péndulo. La idea de haberla perdido para siempre, invadía su cabeza como un cáncer...

“Ella quería decirme algo... pero, qué... Qué?”.

No había respuestas, ni las habría... Esteban aún no había podido retirar su mano del cuello de ella.

Patricio D'Orrys

domingo, 20 de mayo de 2007

Yenny, la abducida (Parte 2)

Micah estaba destrozado. No tenía claro cómo seguir buscando a Yenny. Perderla significaba -en gran medida- peder el sentido de sus días. Habçia dejado todo por ella, porque estaba convencido que su historia, revalidaría sus credenciales como investigador del fenómeno ovni. y eso era lo que más queria.

La apuesta le había salido muy cara. Había perdido su puesto docente en la Universidad. Al no pagar la renta por meses, habían botado sus cosas a la calle y hasta Lucy, una bonita administrativa de la universidad con la que él habia intimado en mas de una oportunidad, se negaba rotundamente a atenderlo hacía semanas.

Para más, había dilapidado el último resto de dinero que le quedaba en interminables madrugadas en Starbucks esperando la llegada (nunca concretada) de su rubio pasaporte al éxito profesional. Solo le quedaba su reloj Omega Speed Master, un recuerdo de otra época, cuando su salario como profesor universitario le permitía brindarse algunos pequeños placeres materiales. Por nada del mundo se desharía de él... Lo cuidaría con su vida.

Una noche de setiembre, Micah se dirigía a una estación de servicio Exxon, cuyo baño era lo suficientemente amplio como para pernoctar en él y la vio. Sus ojos se desorbitaron. Era Yenny, junto a la parada de autobuses de la 6ta. y Anderson... Vestía otras ropas... Bastante ajustadas y muy producida. Él se acercó, y le dijo casi sin aliento: "¿Yenny, eres tú?.. Por fin te encontré!".

Se sorprendió de la sonrisa amplia de Yenny, que se acercaba hasta él mientras le decía con sorprendente cariño: "¿... Bueno, aquí estoy, qué quieres que hagamos?" .. A Micah le explotaba el corazón, por un lado por la emoción de concretar su idea de recopilar la historia de esta muchacha, y por otro por cierta excitación generada por las curvas y la piel casi descubierta de las piernas y hombros de Yenny que brillaban en la penumbra de la noche.

Llegaron a un callejón casi sin hablar. Yenny se dirigió hacia adentro y se puso contra unos recipientes de desperdicios mientras le decia: "Bueno, bombón vamos a lo nuestro rápido... ¿Por donde quieres que empiece?"

Micah no podía controlar su ansiedad... "Bueno, comiénzame a contar, ¿Dónde fue? ¿Cómo estabas? ¿Qué edad tenías? ¿Qué sentiste?"

Yenny lo miró absorto: "¿Donde fue que?.. ¿Cómo estaba dónde?... ¿De que hablas?"

"¿Cómo de qué hablo?", le dijo Micah con una mezcla de asombro y enojo: "De tu historia. Yo la se bien pero necesito sentirlo de tu boca... Tu no eres Yenny la abducida?"

Yenny lo miró riendose mientras se agachaba frente a él... "¿Yenny la abducida? No!! .. Yenny la que abducía". E inmediatamente llevó su boca a la cremallera del pantalón de Micah quien de a poco sintió una sensación çunica, cercana al placer... Pero vaya a saber porqué motivo, al instante se desvaneció.

El sol que se asomaba por el callejón lo despertó horas después. Se encontró solo, con la ropa desalineada, con el cierre abierto y sin el Omega Speedmaster- Junto a sí encontró una nota que lo devolvió a la vida real: "Mi tarifa son 50 dolares, como no encontré dinero en tus bolsillos cuando te desmayaste, me llevé tu reloj. Espero lo hayas disfrutado.Saludos Yenny..."

Micah se dio cuenta que había tirado su vida buscando a Yenny la abducida... Y el abducido había sido él.

sábado, 12 de mayo de 2007

El colectivo de los sueños

Jose Arrale lo había escuchado durante toda su infancia. De hecho, su padre no hizo mas que hablar de ello en los últimos años de su vida. "El Bondi de los sueños", para él siempre para el había sido un delirio de su padre, que mas allá de lo repetido nunca había tenido para él importancia alguna... Hasta ahora.

Súbitamente, en los últimos meses, había escuchado a más de un integrante de su entorno -sin ninguna relación entre sí- hablar de ese mito de su pasado: compañeros de trabajo, el portero de su edificio, el diariero de la estación de tren de Padua, el quiosquero de la esquina de Rosario y Doblas. Cada vez que escuchaba algo de eso, pensaba con tristeza en las ocasiones que había hecho callar a su anciano padre diciéndole: "Basta con esa estupidez papá !!!!!" a lo que el padre sabiamente le contestaba:

"Pepe...(apodo familiar que toda su vida recibió José) todos estamos destinados al fracaso, sino a esta altura ya seriamos millonarios... La única solución para cambiar el destino es el colectivo de los sueños. Vos sos joven todavía, buscalo, no pierdas la vida en vano..."

El Colectivo de los sueños, según había escuchado, formaba parte de la línea 192, que tenia un solo interno, el “1”. A ciencia cierta, nadie podía aseverar un recorrido concreto. De hecho, se decía que fluctuaba en función de la necesidad de los usuarios ocasionales. Nadie pudo siquiera, confirmar los colores con los que estaba pintado.

La corriente pesimista, indicaba que el colectivo era conducido por el mismísimo Lucifer y que el valor del boleto no era otro que el alma del pasajero. Otros más románticos, indicaban hasta el hartazgo que en realidad era conducido por un ángel guiado por Dios, y el único precio exigido era la solidaridad con el prójimo.

Al margen de la discusión por el origen de chofer, el hecho era que aquel que subía al colectivo de los sueños, al bajar, encontraba que los mismos se habían cumplido tal lo deseado: pasajeros encontraban al final de su recorrido amores esquivos rendidos a sus pies, cuantiosas fortunas depositadas en sus cuentas, familias felices con casas con fondo y pileta, suegras desaparecidas misteriosamente, resultados de carreras de caballos ordenadas de antemano, listados con números a la cabeza de distintas loterías provinciales y una compleja variedad de pensamientos que se corporizaban al descender del vehículo.

La cosa es que Pepe comenzó a sugestionarse y a pensar seriamente en que la historia pudiera ser cierta. Un poco por el mandato paterno y otro poco por la necesidad de cambiar su mediocre vida de oficinista, comenzó a armar mentalmente una lista de deseos por si alguna vez por la calle veía al colectivo "192".

El portero de su casa le había dicho en más de una oportunidad, que este extraño transporte tenía una parada justo en la esquina de Avelino Díaz y Avenida La Plata, casi frente al lugar donde tenía su cancha el Club de San Lorenzo de Almagro. Teniendo en cuenta que Pepe trabajaba a unas cuadras de ahí, y era lugar de paso dos veces al día, al llegar al sitio volteaba para ese lado para ver si veía al extraño colectivo.

Pero el asunto empezó a obsesionar a Pepe... Las paradas en el sitio por el cual teóricamente pasaba el colectivo de los sueños -hasta aquel entonces ocasionales- comenzaron a hacerse ex profeso y cada vez mas largas, a punto tal de ser la razón de sistemáticas tardanzas en su trabajo y salidas antes de hora, sólo para tener más tiempo para esperar el "192".

Pronto, su obsesión se convirtió en neurosis. Fue suspendido del trabajo un tiempo por llegar tarde y finalmente despedido por la misma causa. A Pepe no le importó. Lo vio como una señal del destino: tendría más tiempo para esperar al “bondi de los sueños”.

Comenzó a pasar los días en la esquina de Avelino Díaz y Avenida La Plata. Las semanas. Dejó de lado todos sus compromisos de lado. Dejó de pagar el alquiler por lo cual al poco tiempo perdió su casa. Nada le importó, porque nada de lo que tenía hoy en día sería necesario al bajar del mágico autobús.

Algunos amigos se acercaban hasta ese lugar a hacerle compañía, conocidos y transeúntes espontáneos y hasta las prostitutas y travestis de la zona se solidarizaban con Pepe sin tener claro el origen de su espera. ¿Huelga de hambre? ¿Reclamo salarial?... Nadie tenía muy claro el motivo pero lo bancaban. José parecía un buen tipo.

Pasaron los meses y hasta años, calor, lluvia, frío y José no perdía la esperanza. Su cuerpo comenzó a despedir fragancias nauseabundas. Pepe no quería abandonar ni un instante el sitio en el que estaba, por miedo a que justo en ese momento pasara el 192 y se perdiera la chance de cambiar su vida.

En un par de oportunidades, oficiales de la seccional 20 de la Policía Federal intentaron convencerlo de que depusiera su idea y se fuese a casa a dar un baño y dormir un rato. Nada iba a hacer que Pepe cambiase de parecer.

Una madrugada de mayo, Pepe se sobresaltó. Viniendo por Avenida La Plata, parado en el semáforo de Avenida Asamblea estaba el 192, dispuesto a continuar su trayecto hacia el bajo.
Se incorporó como pudo y llegó casi hasta el medio de la calle haciendo señas desesperadas que fueron devueltas por un guiño de luces del conductor, como confirmando que ya lo había visto.

"Parque Saavedra - 192 – Cancha de San Lorenzo" rezaba el cartel frontal muy bien iluminado. Mientras lo veía acercarse, José pensó que finalmente su vida cambiaría. Tanto esfuerzo iba a dar resultado, su vida mediocre sería cosa del pasado. Su padre tenía razón.

Cuando paró y abrió la puerta José desconfió. El colectivo que teóricamente era mágico no era más que un Mercedes Benz 911 con carrocería El Detalle, bastante despintado. El conductor parecía más un viejo borracho que un enviado celestial, es más, desde el interior del vehículo podía sentirse una música parecida a la cumbia de “Los Wawancó” y un fuerte olor a vino barato.

El Colectivo de los sueños era un colectivo más: brillitos en el volante, cortinitas en el parabrisas, un imán de "Papá no corras" y otro que decía: "A Mar del Plata viajé y este recuerdo te compré".

Pensó que se trataba de alguna broma de algún amigote y retrocedió... Mientras tanto, una pareja de jovencitos cruzó corriendo Avda. La Plata y se colgó del estribo. Al mismo momento, el chofer se dirigió a José con voz socarrona diciéndole: "Y pibe...¿subís o no? no tenemos todo el día".

Pepe con algo de fastidio le respondió: “No... Espero el próximo”, como esbozando una respuesta educada, a fin de salvar la broma de mal gusto que sin duda alguna alguien le estaría jugando.

“Ah!!... Bueno, esperá, entonces... Jajajajajajaja !!!!!" -sonó una carcajada estruendosa de adentro del colectivo-.

Mientras arrancaba, uno de los jóvenes que subió al colectivo, el cual había presenciado la escena mientras esperaba para pedir su boleto, se dirigió al chofer y alegremente le dijo: "Quiero tener todas las minas", a lo que el viejo borracho sonriente, asintió mientras cerraba la puerta.

El colectivo se fue. José estaba invadido por el desconsuelo. “¿Cuánto más tendría que esperar el verdadero colectivo de los sueños?...”. La respuesta se corporizó frente a sus ojos cuando vio la parte trasera del autobús. Debajo de parabrisas, un graffiti decía: "Todo lo que ibas a tener era gracias a tus viejos"

La imagen de su padre lo invadió. "Vos sos joven todavía, buscalo, no pierdas la VIDA en vano..."

Algo en su interior le decía a los gritos que ya era tarde...En ese instante, acababa de perderla.

AlexB

domingo, 6 de mayo de 2007

Yenny, la abducida (Primera Parte)

Micah Jonson llevaba más de dos horas sin dormir. Daba vueltas en la cama, mirando las luces del centro a través de su ventana...

Su cabeza no podía dejar de pensar en ella. Yenny.. su fantasía. Su obsesión. Su sentido de vida...

Él era un fracasado profesor de física en la Universidad de Georgetown, que en más de veinte años de investigación de fenómenos paranormales relacionados con extraterrestres, nunca había encontrado nada relativamente coherente. Siempre sobras, o interpretaciones sin sentido de borrachos del suburbio.

Hasta que un día se cruzó casi sin querer con la historia de Yenny. "La Abducida", según se la conocía en las afueras de Queens, en New York.

Trabajaba en el turno tarde-noche de Starbucks del Delta Center, frente a Long Island. No más de 25 años, rubia, ojos café... Y un cuerpo simple, pero hermoso.

Todos se atribuían romances con ella, pero a ciencia cierta ninguno pudo justificar más de una salida. Todos alegaban que Yenny contaba que quería llegar virgen al matrimonio...

Él escuchó el comentario una mañana mientras tomaba un café descafeinado en el local de Delta Center. Dos jóvenes hablaban entre sí, y se referían a la camarera como "La abducida"... Si bien Micah estaba a unos metros de los muchachos, supo que podría estar frente a la primera historia verdaderamente cierta con respecto a los extraterrestres.

Intentó acercarse a Yenny. Primero como un cliente, después como un tío lejano, periodista, vendedor de seguros, encuestador, en fin... Pero no pudo entablar más de dos palabras seguidas. La jovencita no solo no lo atendía, sino que lo despreciaba.

Micah pidió licencia en la Universidad, para poder seguir a la muchacha y desentramar la verdadera historia.

Todas las mañanas pedía un café y tardaba horas en tomarlo con la idea de poder buscar el momento más indicado para encarar a la joven.

Pasaron meses. En más de una oportunidad, tuvo que inventar historias poco creíbles para policías que se acercaron a él, alertados por el encargado del local.

Una mañana, mientras comenzaba a leer un ejemplar de La Biblia Peruana (conocida en USA como “The Peruvian Bible”), una de las obras más importantes de un reconocido escritor latinoamericano, notó que una joven nueva había tomado el lugar de Yenny en el mostrador. Se acercó, y haciéndose pasar por su tío, preguntó por ella...

“Yenny renunció. No trabaja más acá”, le escuchó decir a la nueva camarera, sin saber que con esa frase estaba derrumbando meses de investigación.

No obstante, a pesar del golpe solo atinó a pensar en una cosa: “Tengo que encontrarla”...

Continuará...
AlexB

sábado, 5 de mayo de 2007

Cuaderno de Bitácora: "Los Orcos, Primera Parte"

Existen distintas maneras de contar una realidad...

Con colores, sonidos y aromas, que hasta puedan tocarse... O grises, aburridas y opacas, que no digan nada. No obstante, todas son válidas en tanto cumplan un objetivo: informar.

En este Blog nos inclinamos por las primeras. Las que apuestan a describir lo que ocurre en este mundo con humor, ironía, ingenio... Las que nos conmueven íntimamente porque hay algo de ellas que resuena con nosotros, que desafía nuestro conformismo.

El cuento de hoy, de Raúl Menéndez, habla de una de esas tantas realidades con las que convivimos a diario: el trabajo... Y de lo insignificante e indefenso que se siente un hombre ante lo inevitable.

LOS ORCOS - Primera Parte

Mi situación a cambiado, estoy rodeado por un ejército de orcos, los cuales con la amabilidad que los caracteriza han tocado a mi puerta y me anoticiaron la conveniencia de abandonar mi humilde puesto de vigía.

Me quieren bien y por eso creen que ha llegado el momento de disfrutar de mi tiempo. A tal fin, me acercan a modo de obsequio una bolsa provista de gruesas y relucientes monedas acuñadas en el imperio.

Me explican que ésta, sin duda, saciará todas mis necesidades y las de mi familia. Eso sí, me piden que la tome cuanto antes y que por favor me retire en silencio por la puerta de servicio. Nada de comentarios sobre valores obsoletos ni resistencias heroicas.

Todo está en orden.

En este estado de situación, he recurrido a mis compañeros más cercanos. Ellos han alertado a otros. y para mi sorpresa han comenzado a llegar. Vienen de distintos lugares, algunos traen la piel curtida de viejas batallas y para otros es apenas la primera.

Sin embargo, existe en cada uno de nosotros algo en común, algo que muchos intuyen y otros conocen. Es el eterno espíritu de resistencia, ése que le da cuerpo a la dignidad.
Consecuentemente he comunicado a los orcos mi decisión de mantener mi puesto de vigía, agradeciendo la deferencia de poner a mi disposición tamaña ofrenda de genuina gratitud.
Estos han aceptado mi respuesta en buenos términos, con la salvedad que aún mantienen sus ejércitos apostados frente a mi territorio.

De noche veo sus fuegos y escucho sus cantos de guerra.

Vivimos tiempos difíciles. No obstante en la incansable vigilia siempre existe una pausa, la necesaria para compartir experiencias que ayuden a forjar actitudes.

La batalla es inminente. Los orcos están al acecho y dispuestos a todo.

Raúl Menéndez

Continuará...

miércoles, 2 de mayo de 2007

Convocatoria a escritores

"TLG" nació con la intención de ser un espacio recreación y disfrute. Un sitio amplio en temáticas y contenidos, abierto a los amantes de la lectura del mundo de habla hispana.

Pero también fue creado con otro objetivo... Ser un lugar de comunión para aquellos que gusten de contar sus propias historias, de fabular grandes batallas que jamás sucederán; un gran arcón de cuentos fantásticos, de horrores y crímenes, pero también de amores obsesivos, pasiones descontroladas e intrigas que hielan la sangre.

Un medio o un fin, según se lo mire. O simplemente un camino a través del cual toda historia, grande o pequeña, encuentre sentido por el solo hecho de haber sido deseada por su autor.

Por ello, desde TLG, nuestro Blog, convocamos a todos aquellos que tengan una "buena historia que contar", a que nos la hagan llegar a la siguiente dirección de correo electrónico: ferrantekramer@latinmail.com.

Únicos requisitos: que no excedan las 2 carillas tamaño carta en tipografía de tamaño 10, y que se indique si se desea publicar bajo el nombre del autor o un seudónimo.

Dentro de nuestras posibilidades -lamentablemente nuestras obligaciones laborales no nos dejan disponer de todo el tiempo que gustaríamos- nos comprometemos a leerlas, seleccionarlas y publicarlas.

La convocatoria está abierta. La próxima judada es de ustedes...

AlexB - P. D'Orrys