domingo, 13 de abril de 2008

En el cuerpo equivocado

¿Cómo explicar esto que me ocurre?

Todo está oscuro hace ya meses.

Me siento encerrado, preso. Apenas recuerdo el accidente. O mejor dicho, el atentado.

Imagino los tubos que colgarán de mi cuerpo, las sondas, los monitores. Ese ruido insoportable del respirador… Me cuesta recordar, insisto, pero he de hacer un esfuerzo.

No quisiera despertar y que mi amnesia los favorezca.

Mi mujer. Mi mejor amigo.

Y yo aquí postrado e inconciente.

¿O acaso estuve conciente siquiera en algún momento? ¿Cómo no me daba cuenta?. Si hasta escucho sus voces regodeándose con el embarazo y la proximidad del parto. ¿No tienen pudor?

Salí con mi auto aquella noche en la que él había venido a cenar a casa.
- ¿Quieres que te acompañe?. Me dijo.
- No, gracias. En una hora estaré de regreso. Es sólo una niña con unas líneas de fiebre. Con estos días lluviosos y fríos: ¿Quién no se “pesca” una gripe? Tomen el café mientras tanto y espérenme con un Brandy.
- Como quieras.

Tomé mis cosas y fui por el coche, imaginando entre tanto el camino más propicio para llegar a la casa de mi desconocida paciente. Eran veinte kilómetros más o menos.

Luego supe como ellos aprovecharon mi ausencia en mi propio dormitorio. Recuerdo haber recorrido unos diez o doce kilómetros por lo menos, ya que estoy seguro de haber dejado atrás la estación de servicio nueva. Pero es inútil ver más allá.

Fue como un fogonazo, un dolor insostenible, las sirenas y el silencio. Un silencio que duró semanas o quizás meses. No podría precisarlo.

De pronto volví a sentir mi cuerpo, aunque en realidad no podía moverme. Era como estar flotando desnudo sin poder sostenerme a mi mismo.

Lentamente, he ido recuperándome. Ya hace tiempo que puedo moverme. Como médico, he trabajado en salas de terapia intensiva y creía que estando en coma, el paciente no podía oír a quienes lo rodeaban.

Pues bien: Estaba equivocado. A ellos los escucho a diario.

Así supe de como habían planeado cobrar el seguro, del sabotaje al sistema de frenos del auto, de la llamada falsa en medio de la noche por una niñita con fiebre y, sobretodo, de la lujuriosa celebración que llevaron a cuando supieron que yo no regresaría aquella noche.

Pero lo más hiriente, lo insoportable, lo que no puedo tolerar es escuchar las palabras de ella hablando del bebé y del futuro de los tres como dándome por muerto.

No se imaginan que voy a despertar pronto y podré atestiguar todo lo que sé.

Por cierto, siento que ya puedo levantarme. Si bien estoy débil, ha llegado el momento esperado.

Hoy he de lograrlo. Debe ser así.

Me duele hasta el último hueso. Mi cabeza oprimida parece a punto de estallar.

Alguien me toma con fuerza de ella y … Ahí voy. ¡Estoy abriendo los ojos!.

¡Oh no!... Estoy naciendo. Y pensar que tampoco creía en la reencarnación.

Lucio (2007)